Conocido popularmente como Big Mike, Michel Lapointe, canadiense de 37 años, fue arrestado en septiembre del año 2006 y condenado a cinco años de cárcel. Ahora, las autoridades carcelarias del país se han visto "obligadas" a liberar a un pandillero que pesa 205 kilos debido a que es demasiado grande para su prisión y no cabía en la silla de su celda de Montreal o al acostarse su cuerpo sobresalía quince centímetros por cada lado del camastro.
Las autoridades canadienses han señalado que otras dos instituciones habían rechazado a Mike por lo que como al parecer nadie quería al "gordo" -ni menos aún, hacer justicia- han decidido echarlo a la puta calle. Incluso una carta de las autoridades dirigida hacia Lapointe señalaba: "Usted ha sido detenido ya por 25 meses y sus condiciones carcelarias son difíciles debido a su salud...". Pobrecito. Nada más que sufrir. ¿Nadie ha pensado en comprar una cama más grande -incluso con mosquitera si es menester-, una silla más grande -incluso un sillón con reposapiés (y posalatas para la cervecita si de lo que se trata es de ser buen samaritano)-, lo que sea pero que el preso cumpla condena por sus delitos? Esperemos que no proliferen este tipo de iniciativas y no echen también a los que sufran de callos en los pies, o a los miopes, o a los impotentes, o a los depresivos o a los disléxicos, por poner unos ejemplos. De momento, lo que está claro es que en Canadá si eres gordo los delitos se te perdonan, a parte de que todo esto no es más que un agravio comparativo con los ya citados, que por seguir, y por enumerar alguno más, no nos olvidemos de los enanos, esos pequeños delincuentes que tienen que soportar catres carcelarios que parecen trasatlánticos que sobrepasan más de quince centímetros los límites de sus breves carnes corpóreas humillándolos todas las noches de su condena por sus escasos centímetros y oprimiendo sus sueños nocturnos -su única válvula de escape de la cruda realidad carcelaria que viven- sin que nadie haya levantado todavía la voz por ellos para que les abran -o al menos entornen- las puertas. O los flacos, esos pobres y famélicos criminales escuchimizados que tienen que tragarse esa bazofia de comidas presidiarias y sus delicados estómagos no pueden más con ello. Los gordos, sin embargo, sin que quede muy claro porqué, son unos privilegiados en el régimen penitenciario canadiense. Pues nada, ¡a comer como bestias que la libertad os espera! Ya hay argumento para una nueva 'Prison break'.
"Quiero una vida normal. Hice algunas estupideces y pagué por ellas", afirmaba el bueno de Big Mike a la salida de prisión, que ahora quiere hacer borrón y cuenta nueva. "Voy a tener una buena cama y finalmente tendré una silla en la que me pueda sentar". Sí, las víctimas de tus delitos, en cambio,... pero qué más da... yo si fuera una de ellas te invitaba a una hamburguesa (por lo del colesterol, claro).
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