Las caras más extrañas son fotografiadas diariamente en los centros penitenciarios yanquis. El libro 'El perro marcó 911' hace una recopilación de los registros más, no sé cómo llamarlo, inquietantes.
Joder, este de la derecha da un miedo que ni pa qué con esas cejas pintadas a ¿rotulador? o quizá sea un tatuaje como el que lleva de simbología nazi en el cuello que ya lo dice todo de él. Y la cara toda llena de morados producto de vete a saber qué peleas. ¿Cómo habrá quedado el contrincante? Y los ojos inyectados en sangre. El mismo Satanás debe tener un aspecto más amigable que este muchacho.
Los extraños estilos, los gestos más divertidos y las apariencias más extrañas se pueden apreciar en esta publicación que permite conocer un poco más sobre la fauna que puebla las cárceles norteamericanas.
El negro de la izquierda hasta parece un buen chico y no se puede negar que tiene su gracia con su corte de pelo distinto en cada hemisferio de la cabeza pero mejor no te rías de él porque llama a sus hermanos y te rajan de arriba a abajo por racista y luego se van a hacer unos mates a la canasta del patio de la cárcel con tu cabeza ante la pasividad de los guardias -que no quieren morir por la miseria que les pagan-. (¿Es que no ves películas americanas?)
Y éste con una especie de barba de oro del que cagó el moro. ¿De qué cojones va? ¿Fue niño alguna vez? Cuando su madre va al presidio a hacerle una visita, ¿sale de esta guisa? Igual son restos de comida y nadie se atreve a decirle que tiene la boca manchada. Normal, lo entiendo. Yo tampoco le diría nada. Probablemente te acabaría matando. Mejor no meterse. Ya se lavará algún día, y si no lo hace, pues nada, no pasa nada. A aguantar. Tiene todo el derecho a tener la cara llena de mierda amarilla todo el tiempo que guste. Encima que está preso... pobre. En la cárcel no se tienen muchas cosas y lo poco que se tiene se aprende a valorarlo, aunque sea una mierda. Y amarilla, además. Este preso es un buen ejemplo.
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