"Pensé que estaba soñando". Ésta son las parcas palabras de un pobre hombre polaco que recientemente se ha llevado la sorpresa de su puta vida, y un gran disgusto al mismo tiempo, cuando, al acudir a un prostíbulo, se encontró a su querida esposa como una más entre las empleadas del establecimiento.
La mujer confesó al marido que trabajaba en el local para ganar un dinero extra. (Y es que llegar a fin de mes no es fácil así que si no tenéis problemas en casa preguntadle a vuestras esposas o maridos: cariño, cómo es posible que no tengamos dificultades para acabar el mes... -En ese hogar se está cociendo algo-.)
El hombre pensaba que ella acudía a una tienda de un pueblo para ganar ese dinero de más. (Sí, sí, a la tienda de un pueblo. "¿Dónde vas, mi amor?" "No, aquí, a la tienda de un pueblo, a trabajar.")
No obstante, hay que ser justos, y el disgusto del hombre bien podría coincidir con el de la buena mujer, cuya versión de los hechos se desconoce, ya que podría preguntarse por qué su marido había acudido al establecimiento puteril.
Y ahora que la pareja, tras catorce años de matrimonio, por fin tiene una cosa en común que podría hacer que su vínculo se hiciera mucho más fuerte, pues resulta que no, ya que la misma se encuentra en proceso de divorcio actualmente .
Ay, qué complicada que es la convivencia.
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