No es muy habitual oír de boca de los doctores utilizar el término “milagro” para referirse a algún asunto médico que les atañe directamente, pero en el Hospital Presbiteriano Weill Cornell, en Manhattan, Estados Unidos, no han encontrado forma alternativa de explicar la historia de Alcides Moreno.
El 7 de diciembre, este ecuatoriano de 37 años limpiaba cristales con su hermano Edgard en un edificio de la calle 66. Estaban en el piso 47 cuando los cables que sostenían su andamio se rompieron. Los hermanos Moreno, sin arneses, cayeron desde 125 metros de altura. Edgard, lamentablemente, falleció. Alcides, sin embargo, estaba sentado y aún consciente cuando los bomberos llegaron.
Sus lesiones eran brutales. No se golpeó la cabeza pero vio afectados su cerebro, su columna vertebral, su abdomen, su pecho… tenía rotas multitud de costillas, el brazo derecho, las dos piernas… Recibió 24 unidades de sangre -suficientes para renovar toda la de su cuerpo dos veces- y 12 unidades de plasma.
El mismo 7 de diciembre, en la sala de urgencias, sin esperar a llevarlo al quirófano, le operaron el abdomen. Siguieron nueve operaciones ortopédicas, otras cuatro en el abdomen, una traqueotomía, un coma inducido… Ayer, Alcides Moreno entraba otra vez al quirófano para someterse a una operación de columna. Pero si estaba en boca de todos es porque este jueves pasado los médicos y su esposa, Rosario Moreno, dieron una rueda de prensa detallando la recuperación milagrosa, o al menos “sin precedentes”, de este hombre que cayó del cielo.
“Lo había visto todo, o al menos eso creía, hasta que sucede algo como esto”, explicaba el doctor Philip Barie, jefe de cuidados intensivos del hospital. “Si crees en milagros, éste es uno. Estamos muy satisfechos ¿o me atrevo a decir asombrados? ante el nivel de recuperación de este paciente. Y aunque queda trabajo por hacer, somos muy optimistas”. Ese optimismo ha llevado al doctor Barie y sus colegas incluso a plantear la posibilidad de que, tras un año de intensa rehabilitación, Alcides Moreno vuelva a caminar. Y su caso les resulta aún más destacado por la falta de precedentes.
Rosario, su mujer, se ha pasado los dias y las noches junto a su esposo. Y el día de Navidad, extendió su mano, pero no tocó a Rosario, sino a una enfermera. El personal médico rió, pero en cuanto abandonaron la habitación, Rosario regañó cariñosamente a Alcides. “Se supone que no tienes que hacer eso –le dijo– tocas a tu esposa, no a las enfermeras”. Entonces llegó la sorpresa. Alcides volvió la cabeza y le dijo “¿qué he hecho?”. Era la primera vez desde el 7 de diciembre en que hablaba. Rosario “no sabía que podía hablar”.
Ahora quedan muchos retos por delante además de la recuperación. Las facturas médicas tienen seis ceros y aunque tres agencias de la ciudad investigan lo ocurrido, la familia ya ha presentado demandas contra el dueño del edificio, el gestor y la empresa de limpieza de ventanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario