Un provocador artista francés lleva casi una década invadiendo anónimamente rincones de gran número de ciudades de todo el mundo con mosaicos inspirados en los pixelados marcianitos de la primera generación de videojuegos de los años 80, en un proyecto que ha sido bautizado como 'Space Invaders'.
"He pensado en la idea de poner a punto una estrategia de invasión en grupo, pero es muy difícil delegar este trabajo", apunta el autor, que no anima a sus seguidores a imitarle pero que tampoco condena que otros estén contribuyendo activamente a desarrollar su anónimo legado.
La invasión queda reflejada en mapas que elabora el propio artista. "Los planos de las ciudades son elementos importantes de mis conquistas territoriales. Por cada ciudad invadida tengo uno en el que indico la posición de cada pieza colocada", afirma en su web este enigmático provocador urbano que tiene editados mapas de Los Ángeles o Nueva York (USA), Manchester (Reino Unido), París (Francia), Viena (Austria), Rotterdam (Holanda), Madrid (España) o Tokio (Japón), entre otras muchas.
Los mapas, que después distribuye en la ciudad y vende en su sitio web de internet, recuerdan el curso de la hazaña, comenta el autor, quien personalmente se describe como un "invasor" para escaparse del debate sobre si es un "artista" o un "contaminador" urbano. También en la misma línea, ahora ha decidido incluir en su registro imágenes creadas a partir del famoso cubo de Rubick, que le permite, desde la misma estética retro, ochentera y tecnológica, añadir colores a una paleta que ya no estará monopolizada por "marcianitos".
Dicen de él que su invasión del
espacio recuerda vagamente al filme francés 'Le fabuleux destin d'Amelie Poulain', en la que el padre de la protagonista recibía fotos del extraviado gnomo de su jardín con monumentos de diferentes ciudades de fondo. "Tu gnomo desapareció", le decía Amelie a su padre en la película de Jean-Pierre Jeunet -no obstante, realizada años después de que naciese este proyecto de "Space Invaders" (Los invasores del espacio)-, "Está en Moscú. Ninguna explicación", contestaba él, que no podía entender que un inanimado gnomo de jardín se hubiese lanzado a recorrer el mundo, en una metáfora que se servía del absurdo para simbolizar la evasión de la rutina de la que vivía preso el dueño del gnomo y del jardín.
El trabajo de este invasor francés está emparentado también con el street-art, evolución del graffiti que ha recurrido a formatos como las pegatinas, las emulsiones fotográficas, las plantillas o los mosaicos. Muchos de ellos son una forma artística de protesta, como los mensajes de Banksy, probablemente el artista urbano y globalizado más célebre del planeta, que ha desplegado por paredes de distintos países dibujos que denuncian una sociedad acorazada, vigilada y militarizada que convierte a niños inocentes en las primeras víctimas de su paranoia.
Pero el artista invasor considera que el único acto político de su trabajo es adherir sus mosaicos al mobiliario urbano de las ciudades, sin permiso alguno, y asegura que prefiere la "experimentación" a la "contestación", sin olvidar la "dimensión lúdica" de su peculiar proyecto.
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