Montado por el departamento de medicina forense del Hospital Siriraj y situado a orillas del río Chao Phraya en el corazón de Bangkok (Tailandia), muy cerca de algunos de los templos más bellos del país, este siniestro y patético lugar, visitado por estudiantes y turistas como si se tratara de la casa de los horrores, pero con morbo y devoción porque si no, no habrían pagado su entrada (no muy cara, por cierto. La mierda tiene eso, que es barata. (Si tuviera valor, los pobres naceríamos sin culo): 40 bat -poco más de un euro-) pero para ver semejante porquería en una exposición que cuenta con momias de asesinos ejecutados, fetos con malformaciones y órganos conservados en formol entre otras atracciones de macabro gusto.
Uno de sus inquilinos más distinguidos es el cadáver momificado de cera de Si-Oui, un psicópata de origen chino que disfrutaba asesinando niños que luego se comía. Este Hannibal Lecter oriental se alimentaba de personas "porque amaba comer órganos de humanos, no porque tuviera hambre", ilustra un texto explicativo para que no perdamos detalle.
Aparte de cuerpos de violadores, este siniestro lugar exhibe el vestido manchado de sangre de una víctima, llamada Nualchawee, así como el cuchillo con el que fue asesinada y su diario, escrito con letra redonda y cuidada -pero esto es lo de menos-.
Un número creciente de extranjeros se acerca con una mezcla de morbo y repugnancia al museo, que por el momento no está incluido en los itinerarios de las guías turísticas junto a templos, palacios y mercados gastronómicos pero que lo estará, sin duda. Que este tipo de bazofia -junto a Gran Hermano y OT- es lo que hoy nos gusta a la gente.
En el museo forense se exhiben también objetos y fotografías tétricas de homicidios, suicidios y accidentes mortales, así como calaveras, huesos, esqueletos y órganos diseccionados, que fueron testigos de trágicas historias. Vamos, lo mejor de cada casa. Los objetos más venerados son los instrumentos médicos con los que se realizó la autopsia al monarca Ananda Mahidol o Rama VIII, hermano del actual rey Rama XIX, que murió en 1946 a causa de un disparo en circunstancias que todavía no han sido esclarecidas.
Concebido -en teoría- para la instrucción de jóvenes médicos, el museo está dividido en seis partes dedicadas a patologías, medicina forense, parasitología, anatomía, historia de la ciencia tailandesa y prehistoria.
Algunos visitantes quedan absortos, otros quiebran muecas de espanto y los más pequeños berrean ante los fetos bicéfalos o deformes de expresión inocente.
La sección dedicada a la parasitología recrea los perniciosos efectos de la "elephantiasis", que se manifiesta en el agigantamiento de partes del cuerpo humano, tal como mostró el director David Lynch en su conocido filme 'El Hombre Elefante'.
Se incluye también una muestra de la disección a cuerpo completo del sistema nervioso, el arterial y de los músculos, entre utensilios médicos y estanterías repletas de objetos de laboratorio y frascos que recuerdan a los experimentos del nazi doctor Menguele. "A mi no me parece terrorífico, yo he traído a mis hijos para que aprendan sobre medicina y parasitología", afirma un visitante. (Porque es evidente que un niño ve lo de las fotografías -que no sé cómo calificarlo- y no se traumatiza. No, en absoluto, lo que hace es aprender y adquirir conocimientos -casi de manera divina- de medicina y parasitología entre otras ciencias. Por ejemplo, -está perfectamente documentado-, los niños judíos a los que trató Menguele -y que consiguieron sobrevivir al Holocausto- (o que fueron testigos de tales atrocidades con sus padres) fueron luego afamados doctores y parasitólogos sin más.) Ya puestos, podrían haberse traído una fosa común del régimen nazi y haber desparramado los huesos por el suelo del museo: a ver si aprendían -a parte de la medicina y parasitología que ya saben- los mayores un poco de decencia de paso y de respeto a los muertos y de no jugar con este tipo de cosas. Porque, ¿qué tal un museo de mujeres maltratadas: con vaginas antes y después de una violación, asesinadas por sus maridos abiertas de patas mejor, si encima ésta sufría de cáncer mamario: ¡genial! lo mostramos también,...? ¿O uno dedicado a la esclavitud en iguales términos? No sé: uno dedicado a los retrasados mentales. Lo podrían llamar 'El Museo de los Gilipollas'. En fin, para aprender medicina no hace falta mostrar al público de la calle los aspectos más oscuros y siniestros del género humano y hacer circo con ello.
Obviamente, atendiendo a la idiosincrasia de lugar, hay también un espacio especial dedicado a los tsunamis. A ver si viene una ola y se lleva esta desvergüenza académica-negocio ideada en las entrañas de lo más bajo de nuestro ser.
1 comentario:
¡Que asco!, y cuanto retorcimiento alberga el lado oscuro del alma humana.
M.L.Bretón
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