Cuando los médicos que le atendían en un hospital constataron que no podían hacer nada por salvar al pequeño Sam Puttick, de cinco años, le enviaron a morir a casa junto a sus padres.
Sam, que era tetrapléjico desde que tenía un año a causa de un accidente de tráfico, moría este pasado viernes, día en el que comenzó un largo viaje de sus progenitores, que recorrieron en coche doscientos kilómetros hasta llegar a los acantilados de Beachy Head, en Reino Unido.
En un lugar elegido con frecuencia por los suicidas, Neil, de 34 años, y Kazumi, de 44, se arrojaban al vacío junto a dos mochilas, una con el cuerpo de su hijo y otra con sus juguetes.
En declaraciones a los medios de comunicación, una amiga de la familia manifestaba que el matrimonio se dedicaba en cuerpo y alma a su hijo desde que sufrió el accidente de coche en el año 2005. "Sam era adorable, una delicia y me siento privilegiada por haber estado cerca de él durante su corta vida. Nunca se quejaba, siempre estaba feliz y sonriente". También explica que sus padres le daban "el 110 por ciento de su tiempo". "Su vida era Sam y sin él sus vidas no significaban nada para ellos. Estaban dedicados el uno al otro y al niño, y éste es realmente un final muy triste". Sam necesitaba atención las 24 horas del día para poder respirar y los padres crearon una página web "stuff4sam" (cosas para Sam) con el objetivo de recaudar fondos para financiar su cuidado.
El niño estuvo ingresado durante algunos días en un hospital pediátrico de Bristol, donde los médicos no lograron evitar que la infección por meningitis le costara la vida. Un portavoz del sistema público de sanidad, el NHS, explica que "cuando fue evidente que no había esperanza de recuperación para Sam por su grave infección, fue dado de alta y enviado a su casa a petición de sus propios padres".
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